domingo, 3 de junio de 2012

Cuatro hermanas


Cuando una hermana dice: "hace tantos años que no voy a Oporto...", la solidaridad es inmediata.
- No te preocupes, que nos vamos las cuatro un par de días.
Una pide permiso en el trabajo, la otra cocina para que a su tropa no le falte de nada, la otra se va de peluquería y prepara el coche (lo limpia) y la ultima se encarga de Internet. ¡Qué gran descubrimiento! Se imprime el mapa y marca la ruta a seguir, las cosas interesantes que ver y, sobre todo, el hotel al que vamos a dormir. Luego todo puede cambiar cuando la conductora que domina la ruta hace caso omiso del copiloto y llegando a Oporto por la IC23 nos pasamos la salida. No tardamos en darnos cuenta al ver que el río Duero nos queda atrás, pero no hay problema, pues con toda serenidad damos vuelta y entramos a Oporto, siguiendo las indicaciones de centro ciudad. No hay ningún problema en localizar el hotel, pues de inmediato encontramos el Don Enrique. No está mal, pero en democracia se opta por la mayoría, y la mayoría decide buscar el América, que es el que llevábamos en mente y que, además se encontraba en plena calle comercial, y eso era muy importante. La sorpresa fue cuando nos fijamos en el número de dicho hotel: el 1028. Ahí nos empezaron las dudas, pero sin ningún titubeo caminamos toda la numeración para nada, pues al llegar, con dos ampollas en los pies, no nos gustó el edificio y ni preguntamos el precio. Nos fuimos directamente.
En ese momento ya alguien rosmaba de por qué no nos habíamos quedado en el primero. Por supuesto era "la de las ampollas", y aún así "la indecisa" nos convenció de ir a ver uno de cinco estrellas, por si acaso. Doña Ampollas no dejaba de rosmar, y más aún cuando "la indecisa" dijo que era mejor ir al Don Enrique, el primero que habíamos visto. No problem: nos fuimos a buscar el coche para llevarlo al garaje del hotel y doña Ampollas después de haber pasado por una farmacia y aliviado su dolor, sólo sabía decir: "¿Veis? Ya os lo decía yo, teníamos que habernos quedado en el primero". Con todo esto, "la indecisa" y las otras dos no parábamos de reír. Claro está que a nosotras no nos dolían los pies, y de paso también en el recorrido de la búsqueda del hotel aprovechábamos para ir viendo algún escaparate. Hubo suerte, porque "la indecisa" encontró unos caramelos en una tienda a la que volveríamos cinco veces más, porque como indecisa que es, dijo: "Ya los compraré luego, por si encuentro otros en otro sitio que me gusten más". Por no cargar con 100gr. de golosinas, aunque fuese a mayores, se quedó sin ellas. Y las cinco veces que volvimos a la tienda, la encontramos cerrada.  Prometo que volveremos a buscarlas. Si no son esas, yo sé de unos caramelos ingleses que están de vicio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una de las que no dudaba, pidió Rodaballo para cenar y acabo mordiendose la lengua por el cabreo que se llebo con él y haber sido tan poco indecisa. Jajajaja!!!
Como le pasó a la que tubo que arrastrar el culo por vértico en el telesférico. Jajajaja!!
Muchos abrazos que volveremops a por caramelos, a por un cachorro y a por un hotel que nos guste aunque sea un poco la moqueta.

xxx

Candela dijo...

Así escrito hasta parece que lo pasamos estupendamente.
Besos