sábado, 9 de junio de 2012

domingo, 3 de junio de 2012

Cuatro hermanas


Cuando una hermana dice: "hace tantos años que no voy a Oporto...", la solidaridad es inmediata.
- No te preocupes, que nos vamos las cuatro un par de días.
Una pide permiso en el trabajo, la otra cocina para que a su tropa no le falte de nada, la otra se va de peluquería y prepara el coche (lo limpia) y la ultima se encarga de Internet. ¡Qué gran descubrimiento! Se imprime el mapa y marca la ruta a seguir, las cosas interesantes que ver y, sobre todo, el hotel al que vamos a dormir. Luego todo puede cambiar cuando la conductora que domina la ruta hace caso omiso del copiloto y llegando a Oporto por la IC23 nos pasamos la salida. No tardamos en darnos cuenta al ver que el río Duero nos queda atrás, pero no hay problema, pues con toda serenidad damos vuelta y entramos a Oporto, siguiendo las indicaciones de centro ciudad. No hay ningún problema en localizar el hotel, pues de inmediato encontramos el Don Enrique. No está mal, pero en democracia se opta por la mayoría, y la mayoría decide buscar el América, que es el que llevábamos en mente y que, además se encontraba en plena calle comercial, y eso era muy importante. La sorpresa fue cuando nos fijamos en el número de dicho hotel: el 1028. Ahí nos empezaron las dudas, pero sin ningún titubeo caminamos toda la numeración para nada, pues al llegar, con dos ampollas en los pies, no nos gustó el edificio y ni preguntamos el precio. Nos fuimos directamente.
En ese momento ya alguien rosmaba de por qué no nos habíamos quedado en el primero. Por supuesto era "la de las ampollas", y aún así "la indecisa" nos convenció de ir a ver uno de cinco estrellas, por si acaso. Doña Ampollas no dejaba de rosmar, y más aún cuando "la indecisa" dijo que era mejor ir al Don Enrique, el primero que habíamos visto. No problem: nos fuimos a buscar el coche para llevarlo al garaje del hotel y doña Ampollas después de haber pasado por una farmacia y aliviado su dolor, sólo sabía decir: "¿Veis? Ya os lo decía yo, teníamos que habernos quedado en el primero". Con todo esto, "la indecisa" y las otras dos no parábamos de reír. Claro está que a nosotras no nos dolían los pies, y de paso también en el recorrido de la búsqueda del hotel aprovechábamos para ir viendo algún escaparate. Hubo suerte, porque "la indecisa" encontró unos caramelos en una tienda a la que volveríamos cinco veces más, porque como indecisa que es, dijo: "Ya los compraré luego, por si encuentro otros en otro sitio que me gusten más". Por no cargar con 100gr. de golosinas, aunque fuese a mayores, se quedó sin ellas. Y las cinco veces que volvimos a la tienda, la encontramos cerrada.  Prometo que volveremos a buscarlas. Si no son esas, yo sé de unos caramelos ingleses que están de vicio.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Como decía Alejandro Sanz... Puerta.


Hoy día cuatro los planetas Urano y Mercurio se alinean para indicarme el camino de mi vida profesional.
No sé si coger camino hacia la cocina o hacia la puerta de la calle y poner pies en polvorosa... Si tomo este último y me retraso es que lo he encontrado.

viernes, 4 de junio de 2010

Los 2 momentos más esperados del día a día de un estudiante universitario en época de exámenes

En las fechas próximas a los exámenes e intermedias a ellos, tu vida social queda reducida a menos veinte. Ya no hablas con nadie más que con tus padres por teléfono, con la tele y con tu osito de peluche..
En el primer examen no, en el segundo quizás tampoco, pero cuando está cerca el tercero y tu lengua está casi dormida de lo poco que hablas, empiezas a desear examinarte! Sí, sí, llegas a estar dispuesta a pasar por ese sufrimiento aunque sólo sea por el momento :
"Hola, cómo lo llevas?"
"Puf, yo fatal, y tú?"
"Pues yo seguro que peor."
O por el post-examen cuando todo el mundo te dice:
"Qué tal te salió? Porque a mí fatal, qué piiiiiiiii fue con las preguntas."
Sí, son conversaciones absolutamente sin contenido que casi tienes por inercia, pero el caso es que a ti te hacen ilusión. Después de días y días sin casi ulitizar tus músculos fonadores, de verdad te apetece que lleguen estos momentos. De hecho, es tal el grado de desesperación por el que pasamos, que hasta nos hace ilusión ir al Gadis!! Sí, sí, habéis leído bien, al Gadis!! Porque eso implica que en la puerta va a estar el “pidichón” de siempre que te dirá, aunque sólo sea con la finalidad de que le des unas monedillas, BUENOS DÍAS!! Sí, sí. Buenos días!! Esto ya es lo más. Tú entras toda contenta y le respondes, sin soltar un duro por supuesto, “buenos días” mostrando tu mejor sonrisa. Pero esto no es lo mejor de todo, ya que, si no recurres a la comida precalentada o a los congelados, tendrás que ir a la carnicería, pescadería o, quién sabe, a la charcutería!! Ay, ay, qué emoción! Qué pediré, qué pediré..Ah sí, ya sé: cuatro lonchas de queso de barra Larsa y dos de jamón cocido Campofrío (no os penséis que por ser estudiantes compramos mala calidad eeh!) para hacer un sándwich, por favor! Bueno, bueno, esto ya es lo más de lo más porque, después de hacer tu pedido, la señora charcutera o el señor charcutero te harán la pregunta del millón….
"Desea algo más??"
A lo que tú le responderás:
"No, muchísimas gracias por haberme atendido, pero no, por hoy ya tengo suficiente comida que estamos a fin de mes y no se puede derrochar, ya sabes. Para el próximo mes intentaré comprarte algo más por estas fechas o al menos venir a comprar lo de siempre”…..
Vamos, lo típico. Las típicas conversaciones de charcutero/a- cliente/a de toda la vida. En fin, pues coges tu cutre fiambre, le pones la sonrisa más grande que tu físico te permita como si te hubiera regalado 100 gramos del mejor jamón del mundo y te diriges a la caja. Aaaay, la caja y el correspondiente cajero/a!! Qué simpáticos resultan en estos días su forma de darte las monedas de la vuelta siempre por encima del tiket para que así te caigan todas rodando. Pero bueno, hoy se lo perdonas porque te hace ilusión verlo.
-Hola.- te dice.
A lo que tú le respondes “Hola” también, pero como si te acabaras de reencontrar con esa persona tan especial que hacía tanto tiempo que no veías...
Te pasa todos tus productos por la caja y entonces llega EL MOMENTO:
"Muchas gracias."
"No, gracias a ti."
"Vuelva pronto."
"Sí, estese tranquilo que mañana volveré…"
Y te vas más contenta que unas castañuelas después de haber aprovechado al máximo tu vida social y deseando que llegue pronto el momento de volver…
Pero entonces..
“Uy!! Pero qué tonta! Si me he olvidado la leche! Vaya hombre, tendré que volver a entrar……”

jueves, 27 de mayo de 2010

Serrat - Se equivocó la paloma

Quiero que me oigas sin juzgarme

Quiero que opines sin aconsejarme

Quiero que confies en mí sin exigirme

Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí

Quiero que me cuides sin anularme

Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí

Quiero que me abraces sin asfixiarme

Quiero que me animes sin empujarme

Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí

Quiero que me protejas sin mentiras

Quiero que te acerques sin invadirme

Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten

Que las aceptes y no pretendas cambiarlas

Quiero que sepas.... que hoy puedes contar conmigo...

Sin condiciones.

Jorge Bucay " Cuentos para Pensar"

domingo, 17 de mayo de 2009

Encuentro con el pasado - Capítulo 3: El tapón de la gasolina


La aguja del indicador de la gasolina marcaba un cuarto de deposito, y eso empezaba a preocupar a mi hermana, ya que al no tener el libro de instrucciones del coche no sabía para cuantos kilómetros más tendría combustible.

- No te preocupes -le decía yo-. Que aún no se encendió la lucecita naranja, y cuando se enciende aún hay para recorrer 100 kilómetros, por lo menos. ¿Cuántos litros lleva el deposito?

- Ay, hija, no lo sé. ¿No ves que aún no tengo el libro de instrucciones? Mira, déjate de rollos y avísame cuando veas un área de servicio.Además, no te creas que esto es como Galicia-habíamos pasado la "frontera"-, que encuentras un área de servicio cada poco.

- Mira - le avisé-. El cartel indica que a tres kilómetros tenemos una.

- Vale.

- No te despistes.

- NO.

A la velocidad que íbamos nos dio tiempo de sobra de poner el intermitente hacia la derecha, coger el desvío y dirigirnos al área de servicio. Con mucha precaución, nos situamos al lado del surtidor de la gasolina y ese tiempo de repostar yo lo empleé en ir al servicio. Pasó tiempo, pues el baño estaba ocupado y tuve que estar esperando un ratito. Mi sorpresa al salir fue comprobar que mi hermana estaba en plena lucha con el tapón de la gasolina. Incluso se había bajado ya el conductor del coche de atrás e intentaba ayudarla pero nada, que no abría. En una de esas maniobras lo consiguió sacar y... "vualá" cogió la manguera y la introdujo en el deposito, apretó el gatillo pero... nada, no echaba la gasolina. El buen samaritano que seguía esperando su turno le explicó que tenia que marcar el importe y pagarlo primero. Mi hermana me gritó (yo estaba en la puerta de la tienda):

- ¡Paga 40 euros!

Me fui a la caja y así lo hice. Volví a su lado y los problemas continuaban, pues el importe que había marcado superaba los litros que cabían en el deposito. Cuando el indicador del importe a pagar marcaba 33 euros ya saltaba y no admitía más. Seguía el buen samaritano explicándole que, a veces , si se echa muy deprisa hace espuma y salta antes. Y allí seguíamos esperando que la espuma bajase. Pero nada, el depósito estaba a rebosar y no había manera de ponerle más. Volví a la tienda para que me devolviesen la diferencia del importe que le había puesto y, cuando regresé, mi hermana había cerrado el tapón de la gasolina no sin antes explicarle al buen samaritano que es que el coche era nuevo, que era su primer viaje con él y que aún no le habían entregado el libro de instrucciones (a día de hoy tampoco), y que como siempre que le ponía gasolina no era en un autoservicio, pues no sabía muy bien cómo iban estas cosas. El buen samaritano le explicó que ese coche era americano y que le ocurría como a los ingleses que todo lo llevan al revés, como el volante, y el tapón de la gasolina al girar la llave tenia que hacerlo como si cerrase el deposito. Le quedamos muy agradecidas por tanta amabilidad y paciencia.

Le dijimos adiós , y como dice la canción de Sabina "ojalá que volvamos a vernos" , pues cuando volvimos a repostar nos volvió a ocurrir lo mismo, pero esta vez yo dominé la situación y me fui rápidamente a pedir ayuda al "gasolinero" que, rápido como un rayo, pues teníamos la gasolinera bloqueada, vino en nuestra ayuda. Había coches detrás que nos pitaban y encima el único empleado lo teníamos acaparado abriéndonos el tapón de la gasolina. En fin, la importancia de los libros de instrucciones...
En el próximo episodio de Ecuentro con el pasado...
La plaza 81
Escarabajo

lunes, 11 de mayo de 2009

Encuentro con el pasado. Capítulo 2: Residencia "La Atalaya"


Eran las tres y media de la tarde y nuestras tripas comenzaban a sonar. Habíamos pasado Salamanca y buscábamos un bar para podernos comer un bocadillo. Era difícil porque el que no tenia sus puertas cerradas, no tenía un buen sitio para aparcar nuestro flamante coche y entonces, por supuesto, pasábamos de largo. Recorrimos muchos kilómetros hasta encontrar el sitio perfecto (para el coche), porque lo que fué el bar, estaba vacío. Es decir, no tenía nada de nada, por no tener no tenia ni educación la camarera, que nos atendió bruscamente cuando al pedirle un café con leche fría ésto la debió de incomodar porque el golpe que dió en la cafetera al dejar la jarra fue muy fuerte y, por supuesto, nos produjo muchísima risa.

Al salir sin decir adiós, por la risa, nos dirigimos al coche que tan bien aparcadito estaba a la puerta de la residencia "LA ATALAYA". Allí, muy chula mi hermana y a cierta distancia, activó el mando de apertura del coche, lo que le debió de gustar al jubilado que salia en ese momento, y al que muy risueña ella le preguntó si quedaba mucho para llegar a GUIJUELO (allí me había prometido comernos un bocadillo de jamón).

- Por favor, ¿sabría decirnos si queda mucho para Guijuelo?

El hombre sonreía a la vez que se acercaba haciéndonos gestos enérgicos y rápidos, abría y cerraba los dedos de las manos indicándonos las luces. Después, su mano, la cruzaba en su pecho indicándonos el cinturón y también incluso giraba el brazo rápidamente haciendo el gesto de subir la ventanilla.

- Oye, vámonos de aquí- le dije a mi hermana-, que este avanza hacia nosotras y parece que quiere subirse en la parte de atrás.

Subimos al coche dejándolo con esos movimientos tan energéticos que casi parecía un policía local al que se le había ido la olla. Fue entonces cuando nos asalto la duda: ¿la residencia seria de la tercera edad o un manicomio?

Guijuelo no quedaba lejos: 23 kilómetros (lo pudimos saber mas tarde por un indicador en la carretera) aunque allí tampoco pudimos comer, pues estaba todo cerrado. Mas bien parecía un pueblo fantasma.

Pasamos el pueblo y mi hermana se asustaba de la velocidad que llevaban los coches al adelantarla. Yo la tranquilizaba en todo momento diciéndole que iban alegres porque ellos ya habían comido y nosotras cada vez mas lentas; ciertamente nos faltaba el bocata de jamón de Guijuelo.


En el próximo episodio:


El tapón de la gasolina.